Ésta noche llorarán
mis crueles ojos,
dispuestos a observar
tu más miserable muerte.
Oh mi pobre Elizabeth,
muerta estás
y lo hiciste sin más.
¿Debí escucharte?
No, debí actuar.
¿Debí ignorarte?
No, debí ayudar.
¿Debí odiarte?
No, debí amar.
Casi amada,
casi perdonada,
casi olvidada.
casi olvidada.
Morirás ahora,
me dice tu dadivosa soledad,
brindo mis labios
y susurro muy despacio:
ya muerta está
y nunca más volverá.
y nunca más volverá.
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